21 junio, 2016 -

“Con mejores cárceles, habrá menos posibilidades de ser agredidos en nuestras personas y nuestros bienes”

Mario Alberto Juliano, especialista en cuestiones carcelarias disertó en el Colegio de Magistrados y Funcionarios del Poder Judicial sobre “un nuevo modelo penitenciario alternativo”. Lo hizo ante un auditorio repleto.

El último viernes –a pesar del feriado nacional–, mientras la opinión pública era impactada por el informe de la  Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin) sobre la deplorable realidad carcelaria del país (“El lado más oscuros de las cárceles”, tituló La Nación), en Corrientes un auditorio colmado oía a uno de los mayores especialistas en la materia, el doctor Mario Alberto Juliano, disertar sobre “un nuevo modelo penitenciario alternativo”.

El encuentro, organizado por la Comisión de Defensa y Tutelar del Colegio de Magistrados y Funcionarios del Poder Judicial de Corrientes y la Asociación Pensamiento Penal, fue auspiciado por la Fiscalía General, el Superior Tribunal de Justicia, la Asociación de Magistrados y Funcionarios del Ministerio Público de la Defensa de la República Argentina (ADePRA), la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la UNNE y la Editorial Contexto.

Antes de su charla, el doctor Juliano fue consultado sobre las ideas que lleva por todas las provincias y que, asegura, no son “verdades reveladas” sino “aportes a un debate”, porque es “necesario rediscutir un tema que en la República Argentina y en la región en general está absolutamente postergado”.

-¿Cómo están las cárceles en la Argentina?

El común denominador son establecimientos penitenciarios en base a un modelo absolutamente agotado y perimido, donde no se respetan los derechos de las personas privadas de la libertad y, como si esto fuera poco, que no es poca cosa, se produce una notable frustración en las legítimas expectativas de la sociedad sobre las personas que tienen que transitar por una prisión para regresar mejores que cuando entraron. Solo por excepción ocurre así, la regla general es que salen en peores condiciones. Lo corroboran los elevadísimos niveles de reincidencia que hay.

-¿El Artículo 18 de la Constitución Nacional es de alguna manera letra muerta?

Y, hoy por hoy, sí, lamentablemente sí. En términos generales, salvo algunas excepcionales es letra muerta. Y es tan letra muerta que es una de las pocas claúsulas de la Constitución que prevé una sanción, son muy pocas las cláusulas que prevén sanción. El Artículo 18 hace responsables a los jueces que sometan a mortificaciones a las personas privadas de la libertad. Y hoy en la mayoría de los establecimientos penitenciarios las condiciones de alojamiento son mortificantes, en términos generales. Por eso se impone este debate, desde todo punto de vista. Por cumplimiento constitucional, por el cumplimiento de la sociedad, por las personas privadas de la libertad y por el resto de la sociedad. Hace a la calidad de vida de todos nosotros.

-¿En las provincias esa realidad de las cárceles federales se reproducen de igual manera o es aún peor?

Hay de todo. Pero en términos generales, en las provincias las condiciones son muy malas. Fundamentalmente comenzando por la provincia de Buenos Aires, que es donde yo vivo y que alberga a la mitad de la población carcelaria de la Argentina y con tendencia alcista. En el último año, en 2015, se incrementó un 11 por ciento la población penitenciaria. Uno puede encontrar algunas situaciones excepcionales, en el Penal 1 de acá, que no es de los mejores penales, es un edificio muy viejo y obsoleto, soy conciente de que hay operadores que están haciendo grandes esfuerzos, sobre todo en la faz educativa, por tratar de dar oportunidades, de darles derechos a las personas privadas de libertad. Pero bueno, las condiciones no son buenas, lo mismo en el interior de Corrientes donde la mayoría está alojadas en comisarías y éstas no son lugares para alojar personas, mucho menos por larga cantidad de tiempo.

-¿La sociedad comprende la necesidad de un trato humanitario a los privados de libertad?

No me animaría a decirlo en términos absolutos, hay personas que sí lo entienden y otros que no. No manejo estadísticas como para ver a qué nivel existe esta comprensión, pero lo cierto es que aquellos que estamos preocupados por esta cuestión y que tenemos responsabilidad, tenemos que ver de qué modo adecuamos el discurso para hacernos entender. Y para que éste sea un debate de la agenda pública, un debate de discusión, donde hay que ir a confrontar ideas con aquellos que no estamos totalmente de acuerdo, escuchar, admitir si estamos equivocados, porque claro que sí que nos podemos equivocar tranquilamente, pero lo que sí tenemos que plantear es que es un debate de la sociedad. Más que nada, creo que lo que interesa a aquellas personas que no están directamente vinculadas con el mundo carcelario, a pesar de que hoy cada vez más estamos vinculados con el mundo carcelario, es hacerle entender que hay mejores modelos, que se puede tener cárceles mejores que respeten la dignidad de las personas, que les den acceso a sus derechos porque así todos vamos a tener una mejor calidad de vida, va a existir menos posibilidades de ser agredidos en nuestras personas y en nuestros bienes y esto nos interesa a todos.

-¿Y cuál es el camino?

Hemos propuesto una serie de ideas, que no son demasiado novedosas, no hay muchas cosas nuevas inventadas bajo el sol. Pero sí que tenemos la corroboración de que allí donde se intentan, son exitosas, tienen resultados positivos. El caso concreto en el cual nos inspiramos mucho es en el proceso de transformación penitenciaria de la República Oriental del Uruguay, que es un país como la Argentina, no estamos hablando ni de Noruega ni de Suecia, que son los países que habitualmente se invocan como modelos penitenciarios. Uruguay es un país que tiene un destino común con la Argentina, y ellos están llevando adelante un proceso realmente muy importante. Tienen datos impresionantes de cómo están funcionando, no solo internamente, en el principal establecimiento uruguayo que es Punta de Rieles, desde que funciona, hace unos cinco años, han tenido un solo episodio de violencia grave, que esto corroborado con nuestra realidad es realmente notable y asombroso. Pero más importante que esto es el nivel de reincidencia de las personas que salen de establecimientos de este tipo, concretamente en el caso uruguayo, tienen una reincidencia del 2 por ciento. Estos datos le tienen que interesar a cualquier vecino, a cualquier ciudadano así no esté vinculado con el mundo penal.

-¿El modelo uruguayo demuestra que es una cuestión casi matemática? ¿Si tratamos bien a los presos es más probable que no reincidan?

No es una cuestión  matemática porque afortunadamente los seres humanos somos todos distintos e imprevisibles, por suerte. Porque si no sería muy aburrida la vida y el mundo. Pero hay una tendencia, que en la medida que reconocemos al otro como una persona, como un individuo, le damos la oportunidad, lo respetamos; y bueno, aquellas personas que no han tenido tantas posibilidades en la vida le damos algún tipo de acompañamiento, existen mucho menos posibilidades de que puedan hacer una conducta delictiva. Esto no quiere decir, porque existen muchas personas que están absolutamente incluidas y también cometen delitos. Lo que sucede es que esos raramente van presos.

-¿Este debate debe tener un impacto sobre todo político, no es cierto?

Sí, sí, sí. Lo que hacemos, estratégicamente, es en primer lugar ir a todos los lugares donde nos invitan para hablar y conversar. En segundo, hemos apuntado algunas provincias con realidades carcelarias menos complejas que las grandes ciudades, como es muy particularmente el caso de La Pampa, Chubut, Santa Cruz, Neuquén, también en el Chaco. Y estamos tratando de seducir a la dirigencia para interesarlos en esta cuestión y creemos que además de lo que le podamos decir, lo hemos llevado a ver cómo funciona la experiencia del Uruguay, a Punta de Rieles, y todo el mundo queda gratamente sorprendido por lo que allí se ve.